(El Pais Tecnología) | Cuando Tilly Lockey cumplió 15 meses, perdió sus dos manos. Tenía septicemia meningocócica, una infección de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal que puede hacer preciso amputar las extremidades. Ahora Lockey tiene 15 años, luce dos brazos biónicos y es una auténtica influencer. Como esta joven, múltiples personas recurren a la tecnología para mejorar su cuerpo. Pero no todas tienen problemas de salud: ya hay quienes se implantan chips bajo la piel simplemente para abrir puertas, comprar o llevar encima un billete del tren. Este tipo de acciones, que dibujan un escenario propio de la ciencia ficción, conllevan implicaciones médicas, éticas, sociales y legales.
El 51% de los españoles defiende la libertad para perfeccionar el cuerpo con tecnología, según un informe titulado ¿Qué piensan los europeos sobre un mundo aumentado?, publicado este miércoles por la compañía de ciberseguridad Kaspersky. Los datos de este estudio provienen de una encuesta realizada a 6.500 mayores de 18 años de siete países europeos —Alemania, Austria, España, Francia, Italia, Portugal y Reino Unido—. Los adultos de Portugal (56%) y España (51%) son los que más a favor están de que las personas pueden hacer lo que quieran con su cuerpo. Los de Reino Unido (36%) son los que menos lo apoyan.
El perfeccionamiento humano puede ser de dos tipos, según el informe: necesario por motivos de salud —como el uso de un miembro biónico o de un exoesqueleto— o para poder realizar determinadas acciones con el cuerpo. Ambas opciones cada vez están más normalizadas. Solo el 16,5% de los europeos considera que aumentar las propias capacidades con tecnología es “raro”. Y para el 24%, es una decisión “valiente”.
Un artículo publicado en 2018 en la revista Frontiers in Psychology indica que las prótesis biónicas tienen el potencial de cambiar los estereotipos hacia las personas con discapacidad física. Bertolt Meyer, profesor de psicología laboral y económica en la Universidad Tecnológica de Chemnitz (Alemania) y uno de los autores de esta investigación, afirma que las personas con discapacidad física que usan prótesis biónicas no son vistas tan incompetentes como habitualmente sí que lo son el resto de personas con discapacidad.
Él mismo lleva una mano biónica y asegura que, desde que la utiliza, la gente le trata de manera diferente y no se dirige tanto a él con lástima. Aun así, aún queda trabajo por hacer. Meyer recuerda que un día salió a cenar con sus suegros. Pidieron carne y el camarero le trajo su trozo cortado. “Mi plato era el único que había sido preparado de esa manera porque aparentemente pensaron que yo con una prótesis no podría hacerlo. Es un pequeño detalle, pero demuestra que la gente te mira y piensa eso”, señala. La suma de esos pequeños detalles no le sientan bien: “Eres tan competente como las personas sin discapacidad y eso acaba siendo molesto”.
Lockey, que tiene más de 109.000 seguidores en Instagram y más de 30.000 en Youtube, muestra orgullosa sus dos prótesis biónicas plateadas y brillantes. Con ellas, además de saludar, puede coger objetos y doblar los dedos. Pero si algo le han aportado estos brazos biónicos, es salud mental. “Me han ayudado mucho mentalmente. Siento que la confianza en mí misma ha aumentado a pasos agigantados”, comenta la joven, que es embajadora de la compañía Open Bionics, cuya misión es diseñar prótesis asequibles.
‘Chips’ para abrir puertas o comprar
Además de aquellas personas con un problema de salud, también hay quienes recurren a la tecnología con otros objetivos. En Suecia, cerca de 5.000 ciudadanos ya utilizan un implante NFC en su mano para almacenar información privada o en sustitución de tarjetas físicas. Lo usan en su día a día para montar en el tren, entrar en las oficinas o en el gimnasio, sacar fotocopias e incluso comprar aperitivos en máquinas expendedoras.
Hannes Sjöblad es consultor y conferenciante sobre biohacking (movimiento que se sirve de las tecnologías más punteras con el objetivo de modificar y mejorar el cuerpo humano) y cofundador de DSruptive, una compañía sueca que vende cada mes cerca de 1.000 dispositivos de este tipo. Él mismo lleva uno en su mano y está convencido de que en el futuro estos sensores podrían monitorizar los parámetros vitales de las personas. Si su predicción se cumpliese, un humano podría llegar a consultar en el móvil “lo que está sucediendo en su cuerpo en tiempo real”. “Creo que esto no es algo para unos pocos, sino que es la solución para las masas”, señala.
El 40% de los españoles apoyaría el perfeccionamiento voluntario del cuerpo sin que existan problemas de salud, según el informe de Kaspersky. Para otro 40%, dependería de lo que cada persona se planteara hacer. Mientras que a un 14% le resulta indiferente, solo el 7% se opondría. “Creo que la aceptación del público ya está ahí. Muchos de nosotros hemos crecido con juegos de ordenador y películas de ciencia ficción. Tener tecnología integrada en tu cuerpo es algo perfectamente normal para las personas que han crecido en las últimas tres décadas”, comenta Sjöblad.
Aún es pronto para saber hasta qué punto la tecnología podrá mejorar nuestros cuerpos. Las posibilidades son infinitas, pero en algunos casos pueden plantear diversos dilemas. Probablemente no sería lo mismo ponerse un brazo biónico para, por ejemplo, recuperar el sentido del tacto que utilizar la tecnología para intentar crear humanos más fuertes o inteligentes que la media o con una visión sobrehumana.
En 2013 la Agencia del Medicamento estadounidense aprobó la comercialización de un dispositivo que permitía a las personas con retinitis pigmentaria (una enfermedad ocular que puede ser hereditaria) percibir formas y movimiento. Desde entonces, múltiples investigadores han tratado de desarrollar diferentes ojos biónicos. Por ejemplo, un equipo de la Universidad de Sídney ha intentado crear un ojo que devuelva la vista a los pacientes con discapacidad visual y ceguera. Científicos de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong han desarrollado un ojo artificial que, según aseguran, en algunos casos supera al humano. Por ejemplo, detectaría la radiación infrarroja en la oscuridad.
De momento, solo el 12% de todos los encuestados considera que quienes han mejorado su cuerpo gracias a la tecnología tendrían una ventaja injusta en el trabajo, según el informe de Kaspersky. En concreto, en España, el 59% afirma que estaría encantado de trabajar junto a personas con capacidades mejoradas gracias a dispositivos tecnológicos. Además, seis de cada diez españoles no tendría ningún problema en salir con uno de estos ciudadanos. El 3% de los encuestados ya lo ha hecho.
Desigualdades y conflictos sociales
No obstante, también hay quienes están preocupados por el impacto social que podrían tener a largo plazo estas tecnologías. Dos de cada cinco encuestados consideran que el aumento humano podría dar lugar a desigualdades o incluso generar conflictos sociales. Marco Preuss, director del equipo de análisis e investigación global en Europa de Kaspersky, subraya que, aunque en Europa hay un amplio apoyo a este tipo de tecnologías, “existe una preocupación comprensible sobre sus implicaciones para la sociedad”.
El experto considera que “los gobiernos, los líderes de la industria y las personas que han perfeccionado sus capacidades deben unirse para ayudar a dar forma al futuro de esta tecnología con el fin de garantizar que esta emocionante industria se desarrolle de forma regulada y sea segura para todos”. Por el momento, introducir en el cuerpo un dispositivo de este tipo en España es alegal, ya que no existe ningún tipo de regulación.
David Jacoby, evangelista de seguridad e investigador principal de seguridad en Kaspersky, asegura que siempre que surge una nueva tecnología es importante preguntarse qué vulnerabilidades tiene y si puede conllevar algún riesgo. “Cuando los piratas informáticos hablan con los dispositivos, algo puede salir mal”, señala. El peligro no sería el mismo en todos los casos. Lockey destaca por ejemplo que si algo fuera mal con sus brazos biónicos, se los podría quitar fácilmente en cualquier momento. Pero vaticina que el escenario podría ser diferente si el dispositivo atacado estuviera dentro de una persona. “Por ejemplo, si estuviéramos hablando de un chip que alguien lleva en el cerebro”, menciona.
Además de los retos en materia de ciberseguridad, también es necesario plantearse si cualquier persona debería poder utilizar la tecnología para hacer cambios en su cuerpo. Si fuera así, ¿habría que hablar de superhumanos? ¿Y esto conllevaría algún riesgo? Meyer indica que, por un lado, se podría defender que “es la elección personal de cada uno qué hacer con su cuerpo”.
Pero también incita a pensar qué pasaría si la mayoría de la población comienza a mejorarse: “Imagina una sociedad en la que cada niño de 10 años se someta a una cirugía para mejorar los ojos por su cumpleaños. Eso significa que la vista promedio aumentaría de manera constante con el tiempo, teóricamente hasta un punto en el que una vista que hoy se considera normal en el futuro podría llegar a considerarse una discapacidad”. “La acción colectiva tiene efectos en todos y eso es algo que debemos tener en cuenta”, destaca.