Jóvenes colombianos luchan por una educación digital sin barreras sociales ni raciales para los estudiantes indígenas

Con un enfoque basado en las necesidades específicas de cada comunidad y por medio de una aplicación que funciona con o sin internet, un grupo de jóvenes colombianos tiene el firme propósito de ayudar a cerrar la brecha educativa agudizada por la pandemia de COVID-19. La fundadora de este proyecto -una chica con raíces afro e indígenas consciente de la falta de oportunidades de los niños de su comunidad en La Guajira- participa en la reunión sobre desarrollo social de la ONU. 

Los integrantes de El Origen están convencidos de que la educación digital incluyente es la solución para reducir las brechas económicas, sociales y educativas del mundo.

De eso hablará Tania Rosas, la directora general y cofundadora de esa iniciativa cuando participe en la 59ª sesión de la Comisión para el Desarrollo Social del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, que se lleva a cabo del 8 al 17 de febrero, en esta ocasión con un formato virtual.

En una entrevista con Noticias ONU, Tania Rosas destacó la importancia de que la tecnología digital esté al alcance de todos, pero con las herramientas adecuadas para cada persona y comunidad.

“No basta con darle internet a todo el mundo, hay que crear herramientas específicas según los contextos y que sean personalizables y medibles. Debemos pensar más comunitariamente para crear tecnologías y herramientas globales y no pensar globalmente e intentar impactar a nivel comunitario. Nuestro mensaje es que hay que crear herramientas incluyentes que estén testeadas y basadas en la comunidad para lograr reducir las brechas de forma eficaz”, dice.

Marginación de las comunidades indígenas

Tania nació en La Guajira en 1991, el año en que una nueva Constitución Política por fin reconoció como ciudadanos a los indígenas que habitaban en territorios limítrofes, como los wayúu, que viven la península que comparten Venezuela y Colombia.

“Soy de La Guajira, que es la región con mayor población indígena de Colombia y también la de mayor índice de deserción escolar y analfabetismo”, señala.

Según palabras de esta joven graduada en Ciencias Políticas, su interés por buscar “soluciones personalizables a la crisis educativa, hoy más evidente que nunca, es resultado de toda una vida de experiencia en falencias” en esa materia.

“El proyecto es resultado de toda mi vida y experiencia. Mi familia es de educadores. Mi abuela tenía una escuela en su casa para ayudar a los niños que no encajaban en el sistema educativo normal, en las escuelas públicas. Mi abuela era afrodescendiente y también trabajaba con niños indígenas y no indígenas que tenían problemas para adaptarse al sistema educativo. Desde pequeña estuve muy interesada en generar soluciones educativas, no precisamente siendo profesora. Me interesó mucho la investigación educativa y crear soluciones basadas en los profesores, en las escuelas”, explica.

Las falencias a las que hace referencia Tania incluyen las limitaciones y marginación que sufren en particular los niños y jóvenes de las comunidades más vulnerables.

“Mi familia es afrodescendiente, por tanto, tuve más oportunidades que los indígenas. Nací en 1991, el año en que se proclamó la última Constitución Política de Colombia. En ella se dio por primera vez carácter de ciudadanos a los indígenas. Antes de eso, sólo podían acceder a escuelas católicas, no a las públicas porque no eran ciudadanos. Yo fui afortunada porque mi abuela era afrodescendiente, entonces pude acceder a oportunidades que otros niños indígenas no tenían.”

“Durante mi proceso en el colegio, recuerdo la problemática, todo el mundo estaba revolucionado por la nueva Constitución. Los indígenas querían una nueva educación porque aun siendo ciudadanos la educación no era incluyente para ellos. Cuando yo estaba en quinto grado apenas estaban ingresando un montón de niños de diferentes comunidades. Tenían la misma edad que yo pero estaban empezando los primeros años de escuela, entonces no se adaptaban al sistema y usualmente desertaban, y hoy en día siguen desertando, por eso tienen el índice más alto de deserción escolar”, afirma.

Tania también tiene una línea familiar indígena y conoce bien la falta de acceso de esas comunidades a la educación. Recuerda, entre otras cosas, que antes de que se promulgara la nueva Constitución, los indígenas que iban a la escuela eran forzados a renunciar a su cultura.

“Sólo había escuelas católicas en esa región. Escuelas extremistas que no les permitían hablar su lengua. Por ejemplo, mi abuela paterna no habla la lengua indígena porque en el colegio le decían que era una lengua del diablo. La cultura era muy reprimida”, lamenta.

Fundación El Origen
Una maestra explica cómo usar la aplicación para acceder al material educativo en los dispositivos móviles. La Guajira, Colombia

La Guajira y El Origen

Con este bagaje en mente, cuando terminó la universidad quiso regresar a La Guajira y tratar de dar oportunidad a muchos jóvenes que no la tuvieron. Así nació el proyecto El Origen.

“Nuestra misión es que cualquier niño o joven en comunidades vulnerables pueda acceder a una educación digital sin ninguna barrera”, apunta.

Los desarrolladores de El Origen crearon O-lab, una aplicación que permite a los niños y jóvenes de comunidades rurales o marginalizadas tener acceso a una gama de materiales educativos acordes a su edad y validados por las escuelas locales o instituciones educativas cercanas a ellos.

Entre las ventajas de esta aplicación, destaca que funciona con o sin internet y que atiende las necesidades particulares de cada estudiante.

“Es una aplicación personalizable para cada niño. Cada uno tiene un acceso propio que le permite entrar a los cursos que su profesor de aula le permitió. Los profesores tienen acceso a una plataforma de gestión de contenidos y habilitan el acceso a sus estudiantes. Para aprender a usar la aplicación hay un tutorial en español y otro en lengua wayuunaiki, la lengua indígena más hablada en Colombia, pero quieren traducirla a otras lenguas indígenas. Hay cursos en inglés también”, indica Tania Rosas.

En cuanto a la necesidad de contar con un dispositivo electrónico, afirma que sabían que las autoridades educativas de Colombia tendrían que distribuir equipos “porque la brecha se está acrecentando cada vez más”.

“Incluso sin que existiese el COVID ya era evidente que muchos niños en las zonas urbanas estaban accediendo a diferentes recursos educativos mientras que otros se estaban quedando atrás. En algún punto iba a ser necesaria la distribución de equipos y aún lo es.”

Asociaciones y fondos

El Origen trabaja con la Secretaría de Educación y con organizaciones internacionales para conseguir la donación de tabletas a las escuelas comunitarias que éstas, a su vez, distribuyen a sus estudiantes. Además de estas aportaciones, la fundación realiza campañas de recaudación de fondos entra la población en general.

“También hemos visto que muchos estudiantes, sobre todo de bachillerato, ya tienen celulares. La idea es que puedan ver ese dispositivo no sólo como una herramienta para FaceBook sino también para acceder a la educación y a mejores oportunidades más allá de la escuela. La aplicación funciona en dispositivos muy baratos”, recalca.

En sus cinco años de existencia, El Origen ha beneficiado a unos 2500 niños y el número aumenta día tras día. Y aunque por ahora se ha centrado principalmente en trabajar con niños y jóvenes indígenas entre 6 y 18 años, el sistema ha demostrado ser útil para otros colectivos vulnerables, los migrantes, por ejemplo.

“La aplicación se puede usar en otras comunidades con niños vulnerables, como los migrantes. Para los [estudiantes migrantes] venezolanos [los docentes] crearon un curso de refuerzo escolar para que pudieran adaptarse y acelerar su proceso académico.”

Fundación El Origen
Un estudiante en La Guajira, Colombia, usa la aplicación O-lab para estudiar a distancia.

Aliado para el desarrollo sostenible

Además del material estrictamente académico, O-lab brinda acceso a una amplia gama de conocimientos de aplicación práctica como la fabricación de pequeños paneles solares o de filtros de agua potable.

“La idea es que puedan acceder al conocimiento, pero no al enorme mundo de blogs e información que hay en internet sino a un conocimiento diseñado y conveniente para ellos. Que se adecúe al contexto en que están para que no entren en la confusión, sino que puedan ver la digitalización y la tecnología como un aliado para el desarrollo sostenible de sus comunidades”, puntualiza Tania Rosas.

Este año, la Comisión para el Desarrollo Social debate sobre la transición justa al desarrollo sostenible con énfasis en el papel de las tecnologías digitales en el desarrollo social y el bienestar de todos. / Vía: ONU Noticias-

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