(EFE) / Los ciberataques de las últimas semanas en Estados Unidos lanzados desde Rusia han puesto en jaque a instituciones y sectores económicos vitales, lo que ha motivado al Pentágono a calificarlos de «actos de guerra» y al presidente estadounidense, Joe Biden, a traer este asunto a la cumbre del G7.
Biden participa desde este viernes y hasta el domingo en la cumbre del G7, que se desarrolla en Carbis Bay (Cornualles, suroeste del Reino Unido).
Antes de viajar, su asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, adelantó que EE.UU. pretende que este encuentro suponga el comienzo de un «plan de acción» frente a los ciberataques.
Para Washington, esa estrategia debería abordar una serie de puntos «esenciales»:
«El primero, cómo abordar la robustez y la resiliencia de nuestras defensas frente a los ataques con ‘ransomware’ de manera colectiva; el segundo, cómo compartir información sobre la naturaleza de la amenaza entre nuestras democracias; y el tercero, cómo tratar los retos que plantean las criptomonedas», dijo Sullivan al comienzo de esta semana.
HABLAR CON UNA SOLA VOZ
Biden quiere tocar este tema en el G7, porque EE.UU. considera que es importante hablar con una sola voz frente a los países, como Rusia, que albergan o permiten a los piratas informáticos operar en su territorio.
Del mismo modo, Sullivan ha declarado que, tanto la ciberseguridad como el papel de las criptomonedas en esos ataques, deberían ser «una prioridad» tanto para el G7, como para la OTAN, que el lunes celebrará una cumbre en Bruselas, en la que tomará parte Biden.
En las últimas semanas, EE.UU. ha sido blanco de dos ciberataques, perpetrados con «ransomware», que bloquea los sistemas informáticos, que no son liberados hasta que las compañías o las instituciones afectadas pagan un rescate a los piratas.
La semana pasada, la empresa JBS, la segunda mayor procesadora de carne en territorio estadounidense, sufrió uno de estos ataques y se vio obligada a suspender temporalmente sus operaciones.
JBS es responsable del 20 % de la producción de carne de vacuno y cerdo en EE.UU. y el cierre de sus plantas hizo temer que pudiese afectar a la distribución, pero la firma rápidamente fue capaz de restablecer sus operaciones.
JBS PAGÓ UN RESCATE DE 11 MILLONES DE DÓLARES A PIRATAS
Hace dos días, esta compañía, cuya matriz está en Brasil, admitió haber pagado a los «hackers» un rescate de 11 millones de dólares, después de que se restableciera la actividad en sus plantas para evitar males mayores.
El pago se hizo en criptomoneda y, según el FBI, los supuestos responsables son un grupo de piratas informáticos radicado en Rusia y conocido como REvil.
El ataque contra JBS se produjo semanas después de que otra organización, DarkSide, con base en territorio ruso, realizase un ciberataque similar contra Colonial Pipeline, la mayor red de oleoductos de EE.UU.
En el caso de Colonial, cuyo pirateo provocó graves problemas de suministro de gasolina en el país, la compañía abonó a DarkSide 4,3 millones de dólares en bitcóin para poder recuperar el control de sus sistemas informáticos.
Sin embargo, el Departamento de Justicia anunció esta semana que había logrado rastrear y recuperar 2,3 millones de ese rescate, en una operación que tuvo como objetivo «el monedero de bitcóin» de «Darkside», empleado por los piratas para recolectar el rescate.
Tanto en el pirateo de JBS como en el de Colonial Pipeline, las autoridades estadounidenses han acusado a piratas informáticos radicados en territorio ruso, pero han descartado que el Gobierno de Moscú esté involucrado.
EL PIRATEO DE SOLARWINDS: WASHINGTON APUNTA A MOSCÚ
A estos ciberataques se suma el de finales de 2020, cuando varias agencias del Gobierno y grandes compañías estadounidenses fueron atacadas a través del programa SolarWinds, del que Washington sí que responsabilizó a Rusia, al calificarlo de «acto de espionaje».
Los piratas se adentraron en todo tipo de sistemas a través de las actualizaciones de un popular programa de la empresa tecnológica estadounidense SolarWinds, llamado Orion y que tanto el Ejecutivo de EE.UU. como cientos de grandes empresas usan para monitorear redes informáticas.
Según agencias de Inteligencia estadounidenses, el «hackeo» afectó a «aproximadamente 18.000 clientes» de SolarWinds, aunque «un número mucho más pequeño» registró daños por la «actividad subsiguiente en sus sistemas».
En abril, el Gobierno de Washington impuso una dura batería de sanciones contra Rusia y expulsó a diez miembros de su legación diplomática por los presuntos ciberataques de Moscú, su injerencia en las elecciones estadounidenses, la ocupación de Crimea y las recompensas por soldados de EE.UU. en Afganistán.
Y sin duda estos «hackeos» serán uno de los temas que Biden quiere abordar con su homólogo ruso, Vladímir Putin, durante su primer cara a cara en Ginebra, el próximo 16 de junio.
Ya lo adelantó a comienzos de este mes la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, quien informó de que Biden solicitará a Putin que actúe para «detener y prevenir» los ciberataques lanzados por grupos criminales radicados en Rusia contra EE.UU.